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sábado, 30 de julio de 2011

Nuevo

Una vez me encontré a mi mismo,
desnudo ante al vacío.
Era niñez, hermosa y triste. 
Fría, cálida y nublada.
Llena de (im)posibilidad.
Ocurrió en el aroma del té,
mientra mojaba una galletita.
Tocándome un hombro 
y susurrándome al oído,
cosas que creía olvidadas,
estaba ella; La nada..
Mas vieja que el tiempo,
y tan sabia como el universo.
Se sentó a beber una taza,
que nadie le había servido.
Me preguntó por el futuro,
con palabras del pasado,
en una lengua que no se oía
pero que era obvia.
Me preguntó por miles de cosas,
cuya respuesta escrita era el silencio.
Estruendoso silencio último, 
que tiró abajo paredes, refugios, 
ruinas y grandes monumentos. 
Todo tipo de estructura
que me había empecinado en construir, 
con polvo y novedad de la tierra,
sin siquiera saber por qué. 
No me resistí, y vi todo caer.
Etérea, absoluta, fugaz.
Era la nada misma, llenándome.
Dándome a luz en la inmensa oscuridad.
Solo por un instante, 
mientras tomaba un té, fui nuevo. 
Libre de mi mismo, y de todo lo demás.

4 comentarios:

  1. Todo lo que puede traer una taza de té.
    Re-afirmo al señor de arriba.

    PD: mientra... me suena a la gente que se traga las eses (S). Y odio esa gente :D jajaja

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  2. Ahí lo arreglé, eso que lo leí varias veces... se me re pasó! jaja

    Mucho oxímoron, si, y tiene un sentido. Me inspiré en un enfrentamiento interno muy intenso y quería que el lector pase por eso mismo, de la manera mas accesible posible, sin hacerlo todo demasiado oscuro.

    Hola chicos!

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