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martes, 19 de julio de 2011

Dulce Devenir

Puedo sentirlo
en el aire y bajo tu piel,
el invisible aroma de lo ya no correspondido.
Como la vainilla que se acabó.
Se desprende de un grito, 
silencioso y ahogado,
que reclaman lo que no soy.
Y bajo las sábanas,
el otoño,
que llegó antes de lo esperado,
nos deshoja lentamente.
Caen al techo los momentos,
los recuerdos,
las pasiones que creímos eternas
y no las puedo alcanzar.
Se me escapan, fugaces, 
privadas, ya ajenas.
¿Cuánto hace que no somos?
Intento buscarte
en los cuadros de casa,
las primeras cartas,
en la soledad de las tardes lluviosas,
en el registro de cada gesto,
palabra, encuentro,
pero es vano.
Todo es silueta.
Silueta e incógnita, 
en el absoluto vacío.
Es que nada fuimos, ni nada es.
Pero será.
Todo es dulce devenir,
todo es amargo y perpetuo cambio.
Una eterna cacería de lo desconocido,
donde los cazadores son cazados,
y piden clemencia ante el prematuro disparo
de lo que creyeron conocer.

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