Vistas de página en total

jueves, 18 de abril de 2013

Juan Carlos: Una Simple Biografía Universal


           Hace mucho tiempo, no estamos seguros hace cuanto y tampoco importa, algo pasó. Alguien decidió que eso pasase o simplemente pasó porque tenía que pasar. Lo cierto es que algo explotó muy fuerte y las cosas empezar a surgir hacia todos lados, como cuando se presiona un basto grano lleno de pus. Galaxias, sistemas, estrellas, planetas, seres vivos, los virus, los faranduleros, etc. En el planeta tierra, perteneciente al sistema solar, de la vía Láctea, los primeras formas rudimentarias de vida surgieron de los océanos y fueron los organismos unicelulares. Después vinieron Adán y Eva (o al revés, es decir, que estos dos preexistirían a los cositos unicelulares). Por algún lugar entre medio de esta disputa histórica, anduvieron los dinosaurios. Estos reinaron la faz del planeta durante millones de años y fueron la especie más notable de la galaxia en sus días. Carnívoros, Herbívoros y Omnívoros se disputaban la hegemonía geopolítica por los recursos naturales y las hembras. Como vemos, las preocupaciones generales no cambiaron demasiado desde aquellos días, aunque cabe remarcar, que nuestros antecesores llegaron a una rápida solución consensuada que les permitió el progreso inmediato: La ODU. La Organización de los Dinosaurios Unidos, que gobernaría el planeta entero bajo una sola ley: El "R.A.W.R", Reino Animal de Washington Rules.
            Las eras del Gobierno Dinosaurio fueron maravillosas. No me quiero detener demasiado en esta parte, aunque realmente lo ameritaría. En general, lo que sucedió es que los millones de años de estabilidad y avances tecnológicos llevaron rápidamente a los Dinosaurios mas allá de nuestro sistema solar, explorando nuevos mundos y horizontes. Para el año 89.000.000 AC, la avanzada civilización terrícola ya era capaz del viaje estelar, y habían ingresado así, al co-gobierno de la Federación Galáctica. Se establecieron fructíferas relaciones diplomáticas y comerciales con numerosas civilizaciones que beneficiaron al planeta Tierra y al orden galáctico en su conjunto. Pero esta época dorada no duró mucho.
            Unos miles de años después, ingresó a la Federación una raza belicista sin ánimos de cooperación y con un objetivo bien claro: conquistar a los más débiles. Esta raza era la Humana. Las relaciones no tardaron en tensarse y la escalada geopolítica no se hizo esperar; la guerra fue cuestión de tiempo. El conflicto duró décadas, hasta que la humanidad se hizo con una tecnología ancestral de una civilización ya perdida en el tiempo: Un artefacto dedicado a manipular bastas cantidades de fuerza gravitacional. Este dispositivo fue utilizado para atacar con asteroides los planetas que pertenecían a los Dinosaurios, siendo el último de la resistencia, La Tierra. En este planeta murieron los últimos Dinosaurios de la galaxia, y los Humanos de las estrellas lejanas, plantaban así sin querer, la semilla de su propia destrucción (esta historia, quizá, se las cuente otro día). Pero lo interesante es que los Dinosaurios eran ahora dinosaurios, con minúscula. Se pudrieron, fosilizaron, y momificaron en lo profundo y no tan profundo de la tierra y océanos, dando lugar a un nuevo recurso natural, el petróleo. En otros lugares, de diferentes maneras, la vida seguía su curso.
            Un día, a un bicho se le ocurrió salir del agua y dar una vuelta por la tierra. Fue todo un suceso. Años más tarde le cambiaron un poco las facciones y se lo llamó Mono, para luego dar paso al Humano. O quizá, después de los Dinosaurios, una entidad divina decretó la existencia Humana porque había un plan supremo de... (no importa). Lo cierto es que después de esto los Humanos se desarrollaron y la Humanidad, en algún momento, pasó a ser el "Hombre". En un pestañeo del cosmos, la edad moderna llegó y los cuerpos de los antiguos soberanos del planeta, los Dinosaurios, volvían a la faz de la tierra en forma de petróleo para ser explotados de diversas maneras por los Hombres. Los gases de los derivados de este recurso natural serían uno los culpables del lento deterioro del planeta en los años venideros. Una completa ironía de la historia.
            En fin, un día de 1962, nació un niño llamado Juan Carlos, en una rica familia de Bogotá, Colombia. Estudió en una escuela privada de la elite colombiana, y quería ser astronauta para llegar a las estrellas y conocer nuevos lugares. Fantaseaba día y noche sobre cómo serían los extraterrestres, qué idioma hablarían, cómo se vestirían y qué deportes jugarían. También le gustaba dibujar Dinosaurios en diferentes situaciones en sus cuadernos. Le encantaba animarlos, que tengan vida y actitud. "Humanizarlos", le decía su maestra. Mucho se interesaba por su misteriosa y repentina extinción: solía leer hasta dormirse sobre las distintas conjeturas científicas al respecto. A los 28 años dirigiría la compañía petrolera de su padre, Juan José, y más tarde, luego de hábiles maniobras comerciales y políticas, se transformaría en uno de los magnates más grandes del planeta. Influenciaría desde las sombras a la mayoría de los gobiernos nacionales de occidente en pos del avance de los programas espaciales y las investigaciones geológicas. Murió a los 58 años producto del cáncer, y en su última voluntad, pidió que con parte de su dinero se montara un gigantesco parque temático de Dinosaurios para que los niños de Colombia pudiesen observar y aprender de aquellas maravillosas y antiguas criaturas.

lunes, 15 de abril de 2013

Proyecciones IV

Hoy comenzó a supurar otra vez, pero ahora lo hacía por la oreja derecha. Podía escuchar las líquidas voces saliendo y volviendo a entrar por el otro oído. Ya no era suficiente con liberarlas por la boca, se habían hecho resistentes a esa medicina. Ahora los colores danzaban entre el verde y el marrón; sus pasos se oían oscuros. Debo hacer algo.

En el Hospital

- Hola Señorita... necesito un turno, por favor.
- Razón de la visita.
- Tengo... algo dentro de mi cabeza, necesito quitármelo.
- ¿Le duele en este momento?
- Si, hace años.
- Llene estas formas y tome asiento, el doctor lo llamará.

Al comienzo de la juventud

Las hojas se resquebrajaban bajo nuestros pasos. Su pequeña y cálida mano me hacía recordar a mi hogar, pero con una calefacción que siempre faltó durante las noches de invierno. Finalmente... la había encontrado.

Finalizando la juventud

Este era el momento.

- ¡Salta!
- Pero ¿Y si el agua esta baja? Hay historias de que muchos murieron...
- ¡Vamos! ¡Vamos!
- Pero...
- ¡Gallina, gallina!

Se hizo de noche y ya nadie quedaba en aquel lugar, ya puntual, ahora por siempre infinito. Un mosquito me picó vehementemente en la nuca y fue horrible. Total dolor en el más inmenso blanco silencio. Me picaba mucho, muchísimo. Me rasqué, me rasqué y me rasqué. Grité de la desesperación. Corrí.

Luego dejó de importarme.

Tres años después del fin de la juventud

Me despierto, y como en cada mañana, abrazo a mi mejor amigo: Joshua, el forúnculo de la nuca. De vez en cuando, si me porto bien, Joshua me deja ver a algunos amigos que él mantiene cautivos dentro suyo. Pusy, la joven albina, es mi mejor amiga en la actualidad, me acompaña a trabajar todos los días. A veces me enojo con ella, y entonces se hace la pelirroja o castaña oscura, pero no le queda tan bien como el blanco.

En el quirófano

- Hola señor, soy el Doctor, ¿Cómo se siente?
- Como siempre.
- Ah, así que su condición es normal. ¿Por qué esta aquí entonces? Solo tratamos disfuncionalidades.
- Porque tengo un forúnculo en la nuca, pensé que era mi amigo de toda la vida, pero ahora el tiene otros amigos, y estos emigraron hacia mi cabeza. Y jamás les di pasaporte, ni nada, son inmigrantes ilegales. Y hace fiestas, gritan, susurran, hablan, viven diciendo cosas... y salen cuando quieren, y los demás los ven, y no los puedo mantener adentro, es un caos, puedo ir a prisión.
- Oh, ya veo. Tenemos que acabar con esas lacras sociales en este mismo instante. Por favor, recuéstese un momento, esto no tardará mucho.
- ¿Qué hará Doctor?
- Le daré una simple inyección que acabará con todo. Relájese. 
- Gracias, ¡Muchas gracias! ¿Cual es su nombre Doctor?
- Soy el Doctor Presente.

Final abrupto.

martes, 9 de abril de 2013

Proyecciones III

Por motivos que desconocemos, en nuestros días, la claridad es un bien que escasea. ¡Pero el contrabando esta a la orden del día! Invade el planeta, ya que todo lo que vemos, compramos, usamos, hablamos y escuchamos, tiene alguna faceta del gris incorporada.

En la calle

- ¡Vendo, compro, cambio!
- Disculpe señor, ¿Qué vende?
- Vendo la liberación total de la duda.
- ¿Si?
- Si, jamás volverá a cuestionarse nada. Todo irá hacia adelante y la circularidad del sentido quedará borrada de su catálogo mental.
  - ¡Qué bien, cómo avanzó la ciencia!
- Si, vio.
- Bien, lo quiero.
- Le ofrezco El Blanco 1.0, por 8 caracoles.
- Es algo caro, pero lo vale. Se lo compro, aquí tiene. 

Meses después

- ¡Vendo, compro, cambio!
- Señor, usted me engañó, ¡esto no es Blanco, es gris diluido! ¡impostor!
- El que se diluyó fue usted, señor, El Blanco 1.0 no tiene nada que ver. Le puedo ofrecer el 2.1 que ya salió al mercado, o si quiere le puedo devolver sus esperanzas. Mire, aquí las tengo todavía, venían con sus 8 caracoles.

Mientras tanto, otros sucesos se desencadenaban como consecuencia cuasi-directa de esta parafernalia social.

En una famosa avenida del centro de Buenos Aires

- ¡Anteojos, anteojos! ¡Los últimos anteojos protectores aquí!
- ¿Qué tienen de nuevo estos anteojos?
- Que filtran 90 unidades de sentido histórico por segundo, ¡y son nuevos! Solo por 2 caracoles.
- Me los llevo.

Cuando los anteojos se acoplaron a mi vista, pude ganar una visión bastante peculiar. Todo estaba tan ahí, tan cerca, tan normal, que se podía ver sin siquiera mirar. 

¡Y solo por 2 caracoles!

Fin.

sábado, 6 de abril de 2013

La Máquina I

Llegamos al punto de no retorno,
donde el reloj dice,
lo que las agujas mandan,
y las cosas,
las cosas no mienten.
Ellas solo son,
así como tales,
no tienen por dentro,
lo que nosotros:
esos duendes en las entrañas,
que bailan,
que saltan,
se angustian,
se cansan,
que solicitan también,
las más exóticas especias.
Solo tienen tienen símbolos,
puestos en un orden específico,
obra de los ingenieros del pensamiento,
o palabras de vidriera,
que vienen en oferta,
siempre limpias,
siempre listas.

Tampoco son grandilocuentes,
como el novelista,
el poeta,
el enamorado,
el revolucionario,
o el vecino fatalista de la esquina.
Todos ellos,
viven ocultos,
dentro nuestro,
se refugian,
de las patrullas de La Máquina,
en los epígrafes,
en las comas,
los puntos,
la subversiva sonrisa,
nuestra.

Un día se atrevieron,
y entonces gritaron,
dijeron que basta
que ya no más,
que esta era la última vez,
pero no,
y si,
y el no se,
y los medios,
y los fines,
y nos empezamos a perder,
en la neblina,
en el fango,
en su juego,
su trampa,
en las tripas fundacionales de esa máquina,
que nos devora por los pies,
y en sus heces,
somos parte de ella misma,
aunque forcejeemos,
nos acepta como uno mas,
nos filtra,
con sus bellos discursos,
inmejorables engranajes,
elegantes botones,
enmascarados operarios.

Aún así,
la máquina es astuta,
no se revela,
esta sobre nuestros cuerpos,
fagocitándonos,
sodomizándonos el ano,
los diálogos,
los abrazos,
los silencios,
y en silencio,
con los ojos grises llenos de silencio,
ella nos da de comer.

Veo los trenes partir,
subo,
y voy hacia mi destino:
Los grandes edificios.
Tengo que entrar,
a que me corrijan los pies,
porque papá dijo,
que eso me iba a hacer bien,
que todo iba a estar mejor,
que yo no podía caminar bien,
porque nunca había entrado ahí,
y todos entraban ahí al crecer.

En el edificio,
todo era pulcro,
elegante,
bello,
reluciente,
organizado,
eficiente.
Cada tanto,
por aquellas puertas,
se vomitaba carne,
anónima,
conocida,
una.
Tragan,
digieren,
diseccionan en serie,
las partes defectuosas,
las que no se pueden calcular.
¡Hay que enderezar! grita el capataz,
pulir,
amputar,

la primera sonrisa íntima,
esa que caló en el pecho,

el sentido,
los fines,
las entelequias,
lo absurdo,
y vomitar los huesos,
con un saludo triunfal:

¡Viva La Máquina!