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miércoles, 21 de enero de 2015

Anécdotas Platenses IV: Cotidiano

Hasta hace unos días, con un amigo, cuidábamos una casa mientras sus dueños vacacionaban. Uno de esos días, en horas de la tarde, me quedo solo, boludeando. Estaba en la computadora, tranca, viviendo en lo terrenal de los videojuegos, hasta que algo descolocó esa abstraída cotidianidad. Al pararme para ir a busca algo de jugo, frente a la heladera, veo el suelo lleno de leche. La puta madre. No es que era una leche cualquiera, era la única que había. Que habíamos ido a comprar porque las demás estaban vencidas. Bue, fue. Limpio el suelo y la parte de la heladera donde había chorreado y si: la leche se había roto por abajo y perdía. Me quedaba sin la merienda que quería. En fin.

Esa misma noche, ya acompañado otra vez, al disponernos a cenar, sentimos un olor muy fuerte que venía de la cocina. Si, donde había chorreado la leche. Lo más probable era que haya quedado algo debajo de la heladera, a simple vista no se veía nada... y toda la paja del mundo de correr la heladera para ver qué onda. Ya fueeee.

Y convivíamos con el olor a mierda de la leche podrida. Nos acostumbrábamos a los pocos minutos. Y al día siguiente otra vez lo mismo. Se sentía muy fuerte al llegar al lugar, viniendo de otro ambiente, pongamoslé "normal". Pero pasado ese pequeño tiempo acompañado del olor, ya te aclimatabas y hasta nos reíamos de ello. Lo "normal" se desdibujaba. Como todo lo humano. Había cosas más importantes, si. Ya fue.

Ayer me mandaron un mensaje, diciendo que todavía hay olor a podrido en la casa. Pero ya no estoy más ahí como para hacer algo, digamos, y bueno, sigue siendo una tremenda paja mover esa heladera.

Ya de regreso en mi casa me di cuenta de la metáfora de todo esto y no pude reírme más del asunto.

Mañana quizá pueda.