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martes, 23 de julio de 2013

Escritura Automática II

Me gustaría agarrar un frasco de mayonesa y poner dentro todo lo importante que tengo para decir. De manera que no pueda olvidarlo, ya que a la heladera uno recurre cada día de su existencia. A veces, pienso que en ese frío lugar vivimos, pero que no nos damos cuenta porque es todo un gran esquema de ocultaciones macabras del Sistema (con mayúsculas, malvadas mayúsculas). 

Que todo lo que pisamos, decimos y hacemos, es como un microcosmos colectivo de lo heladeril, y lo simbólico no es otra cosa que la leche y la comida de hace unos días, la que nos gusta y la que repetimos porque nos cae mal; onda, el chimichurri o las empanadas muy picantes. Ojo que también esta la de mañana ahí.

El infinito anhelo de imaginar que podríamos a llegar a comer mañana.

Cuidemos esta (des)conocida comida.

Estas cosas, incomprensiblemente, conviven con el helado. 

¿Estaban los Dioses acaso borrachos? No lo sabemos, pero es así: Los elixires más bellos del universo pueden ir de la mano con los que nos provocan rechazo. La cura y la enfermedad puede tener el mismo hogar, y hasta a veces, el mismo nombre. Pero no te confundas, para llegar al helado, hay que atravesar un nivel re jodido.

Hay que pasar la instancia de la escarcha y la pared. Poner en juego la piel, el frío y no ser atravesado en el intento, o mas bien, por el intento.

Pero como ya ven, el helado me hizo perder el foco y olvidar el frasco de mayonesa inicial.

No se qué quiero decir, solo escribo; mis palabras me vomitan, yo no las vomito a ellas.

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