Vistas de página en total

martes, 13 de diciembre de 2011

La Última Voluntad (El Otro IV)

Siempre me pregunté por el sentido de las cosas, el mundo, todo. Eran oportunidades, aunque minúsculas, para liberarme de los barrotes de mis circunstancias, que me apresan desde hace millones de vidas. Esos momentos de libertad eran especiales para mi, nunca los dejaba escapar cuando querían salir por la ventana trasera del olvido. Pero no malinterpreten, en realidad, el que escapaba era yo. Hace mucho tiempo lo hago, desde que me di cuenta que después de lo que ustedes suelen llamar "la muerte", no hay final ni principio de nada, es un continuo con el universo, pero no sé cómo funciona realmente. Lo cierto es que en un momento me cansé de esta continuidad, y comencé a correr. Desesperado por alcanzar algo nuevo, algo que me ayude a dejar atrás mi patético presente, que no era más que una constante sombra proyectada del pasado: una carretera sin final ni destino cierto.

A veces intentaba escapar de esto. Giré hacia todas las direcciones posibles, volé, escalé las más imponentes montañas, bajé a los mismísimos infiernos... para encontrarme con algo que ya había recorrido. Todo era en vano, nada podía hacer: era un prisionero del tiempo. Jamás conocí a alguien como yo, que comparta mi pena y pasar (o al menos no me di cuenta), así que me convertí en un constante "Otro". Poco podía hacer estando anclado a la tierra, viendo todo pasar a mi alrededor. Un planeta guiado por guerras, hambre, conquistas, desarrollo bélico, dominación; donde la paz y el desarrollo armónico del inmenso potencial humano era solo concebible a una muy pequeña escala. Parecía que no tenía sentido vivir (si es que se le puede llamar así) algo que sabía donde terminaría... hasta que un día, eso cambió. Vi dos niños, de regiones opuestas del planeta que supuestamente se odiaban mutuamente, coexistiendo pacíficamente, jugando en alegría en un montón de tierra.

Ese fue el momento clave, ese fue el sentido que tenía que perseguir con todas mis fuerzas. Me pregunto si alguien más trató de hacerlo alguna vez. Como sea, así fue que me embarqué en una búsqueda por milenios, sin estar seguro de que existiera, aquello que uniera a esta especie de manera que no vuelva a ser separada. El tiempo fluyó. Envejecí en más cuerpos de lo que puedo recordar, y podría contarles tantas anécdotas como atardeceres vieron los hombres. Pero ahora que traje esto a mi maltrecha memoria, y antes que me vuelva a olvidar como lo vengo haciendo hace algunas vidas, quiero cumplir con esta última voluntad para poder descansar, dejando escrito en pocas palabras, lo que la humanidad me ha enseñado.

Donde ustedes, humanos, arrojan luz glorificada con su conocimiento, sombras también crean. Todo conocer esta agrietado por su naturaleza finita y particular, y entre esas grietas, hay mundos de posibilidades que se filtran, como el agua vulnerando la roca, que hay que dejar correr para que puedan empaparse de la frescura de ustedes mismos. Estar en contacto con el otro es como un amanecer, es una nueva oportunidad de vivir el final de la oscuridad. Amanecer: un ciclo que se repite a diario a nuestro alrededor, que podemos ver desde incontables lugares, pero que no siempre estamos despiertos para apreciar.

2 comentarios:

  1. Lo disfruté mucho, muy lindo.
    Nunca me había terminado de gustar una historia así, (a ver cómo ubicarla...) sobrenatural, con consejo: siempre me parecen solemnes y eso me cae arrogante o ridículo,
    Acá para nada, es otra cosa, lindo, natural, me metí como en un río, Es, como un pedazo de tierra, no como alguien haciendo jueguitos (de esos de fútbol)

    Saludos!

    (después leo más que la facultad ahora me pide)

    ResponderEliminar
  2. Gracias Agus! igual se que esta muy flaco en redacción, luego se pulirá un poco. Salutes!

    ResponderEliminar