Estaba agotado, exhausto, cansado de todo y anhelaba el final más que nada el mundo.
Escuchó un llamado. Se repetía cada vez más fuerte,
día a día,
no paraba,
no se detenía,
era gigante, arrollador, inexorable.
No lo pudo seguir ignorando...
se acercó a la voz.
Se encontró un lugar lleno de luces, oportunidades e innumerables placeres.
La puerta, la mano, el picaporte y la nueva canción que lo envolvió en una crisálida de luz fantasma.
Nadie lo vio salir.
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