El corazón se
precipita sobre si mismo al doblar la esquina y los sentidos laten con mayor frecuencia. Por
alguna razón hay más autos de lo normal. Más personas, más carne, más olores, más
ruido, más mugre, más miseria, más gritos, más banalidad, más estupidez y más smog
cubriéndolo todo. Los dedos de la mano derecha se frotan entre si, los de la
izquierda hacen tronar sus huesos, transpiran, se detienen.
"Tranquilo" me digo, y respiro profundo. Estaba siendo puntual, igual
camino más rápido para llegar al parque y ya, pero todo se hace más lento. La
heladería, los pibes, las madres, las vidrieras, los celulares, las pantallas,
la ropa, las luces y las ofertas por todos lados, no tengo ganas de esto,
quiero irme de acá... hasta que me detengo un momento en el medio de la vereda y miro alrededor: cada uno camina en su mundo, todo sigue su curso, su maldito y normal curso, nada pasa, nada malo podría pasar. Sigo caminando, las aguas
parecen calmarse llegando al cruce de avenidas: el parque esta a pocos metros. Cruzo
la calle, subo al cordón y me adentro en la naturaleza por un caminito lleno de
piedritas. Me siento, miro los
árboles como si tuviesen algo de interesante, algo secreto, hasta que se me desenfocan
de los ojos. Pienso en blanco. Un joven llega y se sienta en un banquito contiguo
al mío, esperando, sonriendo, ni pareció notar mi presencia. Respiro profundo,
suspiro. Faltan pocos minutos para la hora pactada. Me puse los auriculares
para escuchar música a todo volumen, tenía que relajar. Al joven de pronto le
cambió la expresión, como de sorpresa, horror, mirando hacia el cruce de
avenidas. Se levantó. ¿Qué importa? Veremos que pasa. Por allá pasa un micro...
podría estar en el.
Hacía mucho tiempo
que no me sentía así. A la vez nervioso y tranquilo, cómodo como en casa e
intrigado por la novedad, sin que importe absolutamente más nada que esos
destellos que surgen del núcleo del instante. Esos destellos encienden fogatas en
mis entrañas, marcan fronteras en el tiempo y la lluvia del ayer se evapora al intentar acercarse. Es la derrota del destino a manos de la libertad, entonces
camino sus calles; voy, y todo se vuelve una cámara rápida donde los pies toman
el volante del piloto automático. Hay tantas cosas alrededor, tantas llamadas
desesperadas a los sentidos, pero en mi mente solo hay brillitos y unicornios
vomitando arcoíris, así que sigo los colores. No puedo esperar para verla,
abrazarla, meterme debajo de su piel, su sonrisa y no salir jamás. A los
minutos los pies me dicen que sienten algo diferente, familiar, como tierra, piedritas: llegué. Luego
de esperar unos minutos sentado, escuché una terrible frenada de un auto a unos
pocos metros, gritos de ayuda, un accidente. Salí corriendo a ver qué pasaba,
si podía hacer algo...
Estoy ahí nomas, pisando los cuadraditos de la acera, no puedo creer lo que esta pasando, lo que
estoy haciendo. ¿Por qué? ¿Para qué? ¿Quién me manda a pedirle que nos juntemos
de nuevo? ¿Qué gano? Podría dejar de caminar y decirle que me duele mucho la
cabeza. Es demasiado obvio ya, ocultárselo después de hoy seria una estupidez. Tendría que haber terminado todo en aquel beso casual. Bueno, soy un pelotudo por hacer lo que hago, así que no me extrañaría que al
final no se lo diga. Sea como sea, la voy a cagar, como siempre, estoy seguro.
Me gusta, mucho, demasiado para mi gusto. Voy a decir algo en el momento
equivocado, o no voy a saber responder a sus ingeniosos comentarios, o voy a
decir demasiados chistes sonsos, y va a haber silencios incómodos, y seguro voy a intentar
agradarle en demasía, y soy obvio, tan obvio... voy a ponerme pesado, mandarle
muchos mensajes, no, no por Dios, no... además, la flaca es así con todos, me
lo dijeron, lo vi, lo se, es tan al pedo esto. Ya conozco esta película,
siempre empieza y termina en el mismo lugar: antes de empezar. Seguramente también esta viéndose con otro, puedo darme cuenta... huy! ahí va, esta
llegando al parque antes que yo... cruzo rápido y voy a sorprenderla por la
espalda en la vereda.
En ese momento escuché una brusca frenada muy cerca de mi derecha. Cerré los ojos y traté de apartarme con los brazos en esa dirección. El aguijón incrustado en la existencia. El
dolor en todos los huesos, lo negro... y luego la luz, neblina y luz. Había gente, mucha gente
asustada a mi alrededor, alguien que sabía de primeros auxilios se acercó y me hacía
preguntas, pero las palabras se deshacían antes de entrar a mis oídos. Había
alguien en la escena que me resultaba extrañamente familiar, era imposible, creo que estaba alucinando... quería hablarle,
lo intenté con todas mis fuerzas pero no pude. Ella no estaba ahí, o eso creo...
mejor así. Al instante hicieron un cordón para que nadie pase y la figura
familiar se retiró del lugar; los líquidos segundos se me escurrían por la boca,
pronto no habría mucho más para ver. Eran las siete en punto, y por la vereda del parque, ella se iba caminando conmigo.
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