Vistas de página en total

miércoles, 17 de agosto de 2011

Tardes

       Y la llama se ahogó en su propio némesis. El mar lamía su rostro con vehemencia e impunidad, sin permiso o previo acuerdo. En las rocas ella descansaba, pero ya no era. Había terminado con todo un universo, convergiendo en su posibilidad última. ¿Cómo puede una sola persona acabar con toda la existencia? La desolación se hizo carne que me corroía entrañas, y día a día estas se vaciaban de mi. No tuve mas amigo que el puñal de los recuerdos, la interminable botella de hiel que recorría mis venas noche y día.
   
    Luego de varias semanas de penuria, tal vez años, decidí ponerme de pie y justo en ese momento, la implacable justicia del ayer, atravesaba mis posibles de punta a punta. Así que fui en busca de aquella sonrisa que me sonrojaba y dejaba indefenso, de esa caricia que me estremecía y de aquel beso lleno de mujer. Su perfume me guiaba a sus aposentos, que albergaba aquella cama íntima, donde cada noche después de comer, vivíamos el sueño de todas esas tardes que no fueron...
   
      Desde la ventana la vi en la costa, esperándome sentada, mirando hacia el horizonte. La levanté de las rocas y nos abrazamos. Caminamos sobre las olas, reímos, lloramos y volvimos a reír, hasta que me pidió un trozo de sol para iluminar el largo camino que teníamos por delante, y esta vez, se lo pude dar. Fue en ese momento cuando comprendí, lo absurdo de decir adiós. Esta tarde ahora sería, y nada ni nadie nos la podría quitar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario