Ya no quedaba mucho tiempo. Abrí la primera puerta que mi forzoso último bocado de aire encontró, la número 32. Un sordo estallido de luz me abrazó y me llevó abajo. Abajo, más abajo, y me fundió en un espiral de instantes, momentos y nuevas vidas. Me infectó, me marcó la carne con hierro y con lo que me quedó de fuerzas, me eyecté.
Desperté en una playa desierta, a las orillas de un mar anónimo que acarreaba un inusual color verde. La lava coqueteaba con el agua, estallaban y se hacían uno. Era muy difícil respirar. Grité, corrí y busqué vida a mi alrededor, pero todo fue vano. Caí en la arena, esperé unos segundos y volví a morir
Era demasiado tarde, o demasiado pronto para mi, quien sabe..
Mañana volveré a planear el escape. Mañana habría una puerta menos por abrir.
Mañana volveré a planear el escape. Mañana habría una puerta menos por abrir.